Obesidad y riesgo cardiovascular

Obesidad y riesgo cardiovascular

La obesidad es un importantísimo problema de salud pública que desgraciadamente ha aumentado su prevalencia en los últimos años. De hecho, desde la década de los 70 el número de casos en  nuestro país no para de crecer.

Según datos del instituto nacional de salud afecta a más del 20 % de la población adulta y a 1 de cada 6 niños y adolescentes.

¿A qué enfermedades se asocia la obesidad?

En primer lugar, la obesidad aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular (ya sea a nivel de infartos/angina de pecho o a nivel cerebral, con ictus o infartos cerebrales). Y no se nos puede olvidar que la enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en nuestro país.

En segundo lugar está asociada a mayor riesgo de determinados cánceres (sobre todo los del aparato digestivo).

También está detrás de más de la mitad de los casos de diabetes en el adulto, que a su vez contribuye al síndrome metabólico y está detrás de todas las enfermedades cardiovasculares que hemos dicho anteriormente.

Además, se ha demostrado asociación entre la obesidad y las enfermedades neurodegenerativas (como por ejemplo enfermedad de Alzheimer) que tanto asolan a nuestros mayores hoy en día.

Los motivos o las causas de la misma son multifactoriales, pero vamos a ir enumerando los más importantes.

En primer lugar, está el cambio de nuestra alimentación en los últimos 20 años. En lugar de comida natural o real, comemos cosas que vienen envasadas y procesadas. Además, muchas de ellas son ricas en grasas trans que son inflamatorias y en azúcares. También hay menos consumo de verdura y fruta del que sería recomendable.

En segundo lugar está la inactividad física y el sedentarismo. Nos pasamos el día sentados en trabajos de oficina y nos cuesta llegar a un mínimo razonable de actividad diaria que serían 8000-10000 pasos. Y si ya cuesta eso, ni hablamos de hacer actividad física pautada, como ejercicio de fuerza o ejercicio aeróbico. Ahí el porcentaje de la población que lo practica es mucho menor.

En tercer lugar está el estrés al que estamos sometidos en la vida moderna actual. Ese estrés hace que aumente el cortisol, que es la hormona por excelencia del estrés, y que a su vez favorece si la tenemos de manera crónica una inflamación de bajo grado. De manera que junto con la inactividad y la mala alimentación contribuyen a perpetuar los procesos de sobrepeso/obesidad.

Muy ligado con el estrés tenemos también asociado la falta del sueño, que también contribuye a este círculo vicioso inflamatorio/cortisol del que estamos hablando.

El factor genético influye también de manera importante en la obesidad, al igual que en la mayoría de las enfermedades. Sin embargo, digamos que los genes son las cartas que nos reparten al nacer y nosotros somos capaces de decidir con qué cartas queremos jugar.

¿Qué podemos hacer para mejorar estos preocupantes números?

Lo primero es mejorar la alimentación. Debe estar basada en alimentos y no en productos. En comida real, en frutas, verduras, proteína vegetal como las legumbres, así como proteína animal como pescados (sobre todo pescado azul con alto contenido en omega 3 que tan beneficiosos son para el colesterol y el sistema inmune), carnes (magras preferiblemente pero también tienen cabida de manera más esporádica las carnes más grasas).

No es necesario comer 5 veces al día sino que con 2 o 3 ingestas bien hechas basadas en densidad nutricional y en los alimentos que acabamos de nombrar es suficiente.

En segundo lugar está el ejercicio. Es prioritario que nos mantengamos activos. Ir caminando el mayor tiempo posible, aparcar más lejos del trabajo o de donde vayamos. Subir escaleras y no en el ascensor. Si llevamos mucho tiempo sentados cambiar de posturas y caminar unos minutos. Si podemos atender una llamada caminando mejor. Con todas estas pequeñas estrategias hacemos pequeñas cosas que suman en el global del día y nos acercan al objetivo de una vida más activa.

Además de eso, sería fundamental realizar algún tipo de ejercicio cardiovascular como caminar a paso ligero, correr, nadar, bicicleta; así como entrenar la fuerza al menos 2/3 días a la semana. El músculo es uno de los órganos del cuerpo que más demanda energética tiene para nuestro organismo y que por tanto más nos ayuda en la pérdida de peso y para estar sanos en general.

Por último, para intentar mejorar el estrés se pueden implementar estrategias para optimizar la planificación de nuestros días y también la autoexigencia que a veces tenemos con nosotros mismos. 

Por la doctora Irene Narváez Mayorga , especialista de la UICAR

Sobre la UICAR:

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